MIS MONTAÑAS

Hace hoy un año que entramos en este día de la marmota que se repite y se repite. En este año perdido, me he puesto a recopilar cosas (más), y ahora las voy poniendo en orden y se plasman en recuerdos, porque, al final, si no los catalogamos, se diluyen en el tiempo como las sales en el agua. Algunas, como el Cloruro de Sodio, de forma rápida hasta que saturan. Otras, como el Carbonato de Calcio, de forma lenta y constante. A veces ocurre a la inversa, y, lo mismo que el carbonato de calcio, precipitan lentamente a lo largo del tiempo, dando formas y colores, recuerdos y nostalgias de otros lugares, tiempos y momentos que se plasman en un escrito, una conversación o un sueño, y, a veces, estos recuerdos se desvían de la realidad, como las Antoditas o las Helictitas, que precipitan en cualquier dirección por flujo superficial, corrientes de aire o giros en los ejes de cristalización y provocan recuerdos en espiral de los que solo tenemos constancia de su punto de giro, pero que derivan en cualquier sentido.

Poniendo en orden estos recuerdos “helícticos”, os voy a proponer un repaso a “mis montañas”, aquellas que tuvieron un impacto y dejaron un recuerdo en mi memoria, no se si cierto o soñado, no las más altas y difíciles (o sí…), no se si las más bonitas o estéticas, pero todas con algo especial en su recuerdo.







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