De la Bodeguilla a la Atalaya

Esta vez me fui con los jubilosos del club Neophron de Gran Canaria, el grupo de jubilados del club que hace sus rutas todos los martes. Por una vez soy de los más jóvenes.
En esta ocasión hacen una ruta sencilla y corta, la ruta periurbana que va de La Bodeguilla, en San Mateo, a La Atalaya de Santa Brígida. Va de santos. Dicen que San Mateo es el santo pícaro, porque siempre tiene debajo a Santa Brígida.

































La belleza del paisaje y los elementos naturales y culturales que se encuentran a lo largo del camino hacen de esta ruta una delicia para nuestros sentidos. La Bodeguilla se sitúa entre la montaña del mismo nombre y el Lomo de Los Silos. El paisaje es eminentemente agrícola, y la vegetación arbustiva y arbórea, con especies vinculadas al aprovechamiento humano -castaños, higueras, almendreros o cañaverales en los lugares más húmedos-, junto con otras especies de sustitución que ha colonizado espontáneamente las superficies que ya no se cultivan (las vinagreras y las tabaiba amargas.



A medida que descendemos, observamo















































s las extensas vegas agrícolas, la perteneciente a la Vega de San Mateo y a la Villa de Santa Brígida (Vega de Enmedio). Este paisaje de medianías, integrado en la gran cuenca del Barranco de Guiniguada, refleja el carácter agrícola que aún conserva esta comarca.



Durante nuestro recorrido, podemos contemplar algunos elementos geomorfológicos peculiares, como son los aglomerados Roque Nublo, entre los que destaca el denominado Las Tres Piedras, seña de identidad para los satauteños y referente paisajístico para el caminante.



Finalizando el segundo tramo llegamos al barrio de La Concepción, perteneciente a Santa Brígida, que enlaza sin discontinuidad con el de La Atalaya. . La Atalaya es otro barrio que ha mantenido su carácter tradicional y donde todavía podemos percibir la importancia que como núcleo locero grancanario, tuvo hace siglos.



Por encima del barrio de La Atalaya se alza la antigua ermita de Nuestra Señora de la Concepción y San Francisco de Paula, fundada por el canónigo Luis Fernández de Vega, arcediano de Fuerteventura, que la erigió a partir del 1733 para celebrar en ella.

Junto a la fachada principal de esta sencilla ermita, de una sola nave, se conservan todavía siete lápidas de otras tantas víctimas del cólera morbo que en el verano de 1851 sembró de lágrimas y luto todos los rincones de la isla.
Las gruesas paredes y el suelo del edificio están hechos con cantería azul, procedente de la cercana cantera de La Atalaya, cuyas piedras sirvieron también para una parte de los muros de la Catedral de Las Palmas en 1559, entonces en construcción, y los pavimentos de muchas casas de Santa Brígida.

En el interior de esta ermita destaca un bello techo artesonado, de estilo mudéjar, un antiguo púlpito de madera y las imágenes en madera policromada de San Francisco y la Inmaculada Concepción de María, que ha dado nombre a la urbanización residencial que rodea al recinto. La ermita fue declarada por el Cabildo Insular de Gran Canaria el 19 de agosto de 1977 Monumento Histórico Artístico, refrendado dos años después por el Ministerio de Cultura.