MIS MONTAÑAS 5

EL REFUGIO DEL COLLADO JERMOSO

Si hay un lugar idílico y majestuoso en Picos de Europa, éste es el collado Jermoso. Situado en tierras valdeonas, en el límite occidental del Macizo Central. Colgado a más de dos mil metros de altitud sobre el valle del Cares y enfrentado a la majestuosidad de la Torre Santa, el collado está arropado por la mole del Llambrión. Desde el valle parece imposible llegar hasta allí. La proximidad del mar Cantábrico hace que tenga el clima característico de los Picos de Europa, con abundantes períodos de buen tiempo cortados radicalmente por inesperadas e intensas tormentas. La altitud hace que pueda nevar incluso en los meses de verano y son muy frecuentes las intensas nieblas, conocidas en la zona como "encainada", que pueden durar incluso días. El collado Jermoso tiene a su favor una orientación privilegiada. Los atardeceres, con el sol desapareciendo detrás de la Torre Santa son uno de los mejores espectáculos naturales que podamos observar, y quien ha sido testigo de uno de ellos nunca lo olvida.

Hace unos años, la revista GRANDES ESPACIOS publicó un especial sobre el Collado Jermoso. Tenéis un pdf del artículo en 

http://roble.pntic.mec.es/ctorio/ColladoJermoso-Cristino_Torio_GRANDESESPACIOS.pdf




He tenido la suerte de conocer a todos los guardas del refugio, desde el primero, Quico Casado, pasando por Guillermo Roldán, Luis Casal, Adolfo Cuétara y el actual Pablo Sedano. Tenéis fotos de ellos y alguna más en el álbum https://www.facebook.com/media/set/?set=a.1961890137362985&type=3







La situación estratégica del collado dio a pie a Diego Mella Alfageme, primer presidente de la Federación Leonesa de Montañismo, a pensar en construir en este punto un refugio, después de pasar por allí en 1930 camino del Llambrión. El lugar lo tenía todo a su favor: una pradera siempre verde, agua y protección del viento y de los aludes. Mella contó sus planes a Julián Delgado Úbeda, arquitecto y presidente de la Unión de Sociedades Españolas de Alpinismo, embrión de la futura FEM, quien desde acogió la idea con entusiasmo. Finalmente, durante el Campamento Nacional celebrado en Cordiñanes en 1935 y organizado por el Club Peñalba (sociedad filial de la RSEA Peñalara de Madrid) se decidió emprender la construcción del refugio. 

Todo estaba listo para iniciar las obras en el verano de 1936. El proyecto estaba redactado con todo detalle; la dirección de obra se había contratado a un portugués que ya había trabajado con Delgado, y del transporte de los materiales se ocuparían los vecinos más necesitados del valle que acarrearían vigas, cemento y ladrillos desde el puerto de Pandetrave por la vega de Liordes… solo faltaba el dinero. Las Sociedades Peñalara y Peñalba contribuyeron con 1.500 pesetas cada una e inician acciones dirigidas a conseguir fondos, como la edición de sellos conmemorativos. El Ayuntamiento de Valdeón colabora con una magra cantidad: 100 pesetas. Con lo que se reúne se decide levantar las paredes y la cubierta y dejar el resto para el año próximo. Pero la Guerra Civil trunca de raíz el proyecto.

En el verano de 1940 vuelven otra vez manos a la obra, con la misma ilusión inicial. Francisco Casado es el contratista, Liborio Liébana, de Pedrosa, el carpintero y Daniel Abascal el encargado del transporte. Pero es al año siguiente cuando la construcción adquiere un ritmo considerable. La piedra utilizada para los muros es arrancada de las proximidades del refugio, como vigas se se emplean los raíles de las minas de la Vega de Liordes, ya abandonadas. Entre 1941 y 1942 los vecinos del valle, sobre todo cainejos, transportaron 25 toneladas de cemento, pizarra, yeso, ladrillos, madera... Algunos hacían dos y tres viajes al día cargando entre 35 y 40 kilos en cada uno de ellos. El salario era de un real (0,25 pesetas, menos de 1 céntimo de euro) por kilogramo y se cobraba por medio de un vale, canjeable la mayor parte de las veces por harina.

Se construye un edificio rectangular de 12 metros de largo, elevado sobre el suelo dejando un sótano para aislarlo de la humedad, y tejado de pizarra sobre madera que dejaba un desván sobre las dos habitaciones (cocina-comedor y dormitorio).

El 22 de agosto de 1942 tuvo lugar la inauguración oficial, aunque la extraoficial ya la habían hecho un grupo de montañeros del club Peñalba que se encontraban en el refugio dando los últimos retoques. Malentendidos o intereses particulares entre Abascal y Casado y Delgado Úbeda hacen que el uso del refugio no se pueda hacer efectivo hasta 1944, tras construir el anexo al refugio para guardería y el amueblado interior, donde se instalan dos cocinas guarnecidas, dos mesas de madera maciza y seis taburetes y se acondicionan dos literas de cama corrida en el dormitorio, lo que da una capacidad para una docena de montañeros. El refugio consta de una cocina-comedor, un dormitorio y el edificio anexo de la guardería. A finales de este año se nombra guarda del refugio a Francisco Casado “Quico”, quien atiende en estos primeros años en compañía de su hermana Benita, con un contrato que les obliga a mantener la cocina y una cantina.

Las extremas condiciones climatológicas del entorno hacen que el refugio se deteriore rápidamente. En 1968 Mella solicita a la FEM la ampliación del refugio y construcción una habitación contigua que aumente el número de plazas, y la rehabilitación del tejado y arreglo de paredes y ventanas. En 1969 y 1970 lucha para encontrar el dinero que permita la reparación, pero el dinero no llega nunca y Diego Mella ve deteriorarse el refugio por el que tanto luchó. Se despide de su querido refugio en agosto de 1971 y meses después moriría, a los 69 años. Un monolito, levantado cerca del refugio le recuerda. 

Le sucede al frente de la Federación Leonesa de Montañismo Alberto Valderrama, quien tampoco consigue el dinero para la restauración, y es por fin el siguiente Presidente de la Federación Leonesa, Joaquín Cano, quien implica a distintas instituciones provinciales y nacionales y consigue el añorado presupuesto. Durante los veranos de 1974 y 1975 se organizan desde la Federación excursiones de montañeros que portean hasta el refugio el material necesario, largos tableros para el tejado, pizarra, cemento, yeso, cinchas de plomo... y a mediados de julio de 1976 se hicieron las obras de restauración. Trabajaron dos pizarristas gallegos que estaban haciendo la mili en León y que una vez en Collado Jermoso juraron solemnemente no volver más a ese lugar, teniendo a Quico Casado como contratista y como pinches a Isidoro Rodríguez, Cristino Torío y Antonio Torío. 

En 1979, la Federación Leonesa de Montañismo puso al refugio el nombre de su impulsor Diego Mella.

Quico Casado sigue con la guardería durante los años siguientes, aunque nunca estaba de forma permanente en el refugio. El 28 de septiembre de 1975 la FEM le entrega la placa de “Amigos de la Montaña” en su casa de Santa Marina de Valdeón por su dedicación al refugio. Aunque seguía siendo el guarda oficial, su edad y estado de salud le impedía subir al refugio en los últimos años, y en 1984 le sustituye un entrañable guarda, Guillermo Roldán, montañero madrileño que reside ya en el refugio una buena parte del año y colabora en el mantenimiento diario del mismo, dándole un carácter más acogedor.

A “Guille” le sustituyen en 1986 Ramiro Soto y los hermanos Luis y Miguel Casal Couce, montañeros gallegos que mueren en accidente de tráfico en abril de 1990 en un viaje a León desde el Collado Jermoso.

En 1991 comienza una nueva etapa en la vida del refugio, con la llegada a la guardería del también gallego Adolfo Cuétara Yáñez, quien hace del refugio su modo de vida y se implica en la restauración del mismo, que ya necesitaba un nuevo impulso. Adolfo plantea un ambicioso proyecto que contemplaba el cambio del tejado, impermeabilización de la terraza, cierre del porche, acondicionamiento de los sótanos, escalera de acceso al desván que se habilita como dormitorio para ampliar la capacidad a 27 plazas, colocación de un sistema de energía solar que permita disponer de luz eléctrica, sistema de bombeo de agua desde la fuente y una amplia remodelación del edificio del guarda, que, al fin y al cabo era su vivienda y no se había tocado desde 1944. La descoordinación, cuando no oposición de las administraciones, unas de rango estatal como el Parque Nacional y otras de rango autonómico como el Parque Regional y las consejerías de Medio Ambiente, Turismo y Deportes que nunca se ponían de acuerdo y la escasa colaboración desde la Federación de Montaña de Castilla y León, dificultaron la realización de las obras, que, a pesar de todo se fueron realizando en distintas etapas.

A finales de 2007 Adolfo deja la guardería y se hace cargo de la misma desde 2008 el asturiano Pablo Sedano Galán, quien sigue con la difícil labor de restauración, ampliando el edificio de guardería y mejorando las condiciones de habitabilidad del refugio que consigue tener agua, servicios higiénicos, luz eléctrica y mantener un servicio de cocina y cantina acordes con lo que de un refugio de alta montaña se debe esperar.




















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